El Carnaval de Juliaca, acaso el más variado y prolongado del Perú,
revela el ánimo y carácter de sus ciudadanos, quienes con trabajo duro y mucho
esfuerzo han conseguido consolidar a su tierra como uno de los bastiones
económicos más importantes del país.
Desde el 20
de enero de cada año, Juliaca es una fiesta. Sus bailarines, bandas,
comerciantes y autoridades, se dan cita entonces a los diversos escenarios en
donde tienen lugar los diferentes concursos folklóricos, para reconocer allí,
en sus danzas, el agradecimiento a la santa pachamama por las bendiciones que
le procura a la localidad.
Son los
Machuaychas y Chiñipilcos quienes en el cerro Huaynarroque, bajo la tutela del
Cristo Blanco, inauguran el carnaval chico (o la Qashwa de San Sebastián),
dejando de lado sus ancestrales diferencias, al ritmo de tokoros y pinkillos, y
celebrando la maduración de la tierra, a la que le hacen el respectivo pago
apenas amanece el día.
Días
después, se hace el ingreso y quema del Ño Carnavalón, previa lectura de su
testamento. Esta actividad es muy celebrada, cabe mencionar, por los ciudadanos
locales, quienes no desaprovechan la oportunidad para quejarse de la labor de
sus autoridades con este motivo, así como de sus inconvenientes diarios.
Desde
finales de la década de 1980, el carnaval que se desarrolla en Juliaca tiene un
rostro artístico y urbano que vulnera el calendario católico; esto, debido a
que se considera carnaval a los concursos dancísticos que se desarrollan en la
ciudad por varios días sin respetarse el período cuaresmal. Y lo que es más,
las prácticas carnaválicas nativas y rurales desapercibidamente vienen siendo
relegadas.
La
importancia de estas festividades en la denominada Ciudad de los Vientos, según
muchos estudiosos, es lo cultural y lo económico. La rica variedad de danzas,
de estilos y de formas, se contrasta en esta época con el usufructo que ven en
ello, en algunos casos naturalmente, los mismos pobladores de la zona.
A ritmo de
la qashwa juliaqueña, de los puli pulis y de los soldaditos de Santa Catalina,
los carnavales juliaqueños han ido evolucionando conforme pasan los años,
enriqueciendo el acervo cultural histórico de Juliaca y, consecuentemente,
contribuyendo a su desarrollo económico y material.
Y es que
nada tienen que envidiarle estas celebraciones a las que se realizan en Puno,
en honor a la Virgen de la Candelaria, primero porque poseen diferentes
peculiaridades y, segundo, porque “los concursos dancísticos de Juliaca, en
tiempo de carnaval, ya tienen prestigio nacional y mundial por esfuerzo y
mérito propio”.
Al señalar
esto, Apaza Quispe recuerda el esfuerzo que realizan sus protagonistas
(alferados, directivos, danzarines y otras personas) en estas fiestas, quienes
“acuden con su peculio, trabajo y tiempo para hacer de estas presentaciones una
de las más importantes de América”.
Para el
historiador, el carnaval de Juliaca no está detrás de la festividad de la
Virgen de la Candelaria, ni por asomo. Si bien reconoce que en ambas
celebraciones están presentes las danzas y el pago a la pachamama, niega que
reuniéndolas o juntándolas como una expresión popular de la región Puno se
pueda realzar y favorecer a esta parte del país.
Da a
entender, más bien, que al hacer esto se les estaría restando, a cada una, la
importancia real que merecen en el ámbito nacional e internacional.
“No
olvidemos que el turismo tiene relevancia económica y convierte en mercancía
las tradiciones; eso puede constituir un riesgo para la identidad. Además, en
tiempos de cambio no es factible hablar de intangibilidad de las expresiones
culturales. Lo que sí requerimos con urgencia, y hace mucha falta, son estudios
con rigor académico y científico de las danzas y otras manifestaciones
folklóricas del departamento de Puno”.
Los concursos
de danzas de Juliaca, que son particulares por su garbo, emoción y competencia,
tienen ya relevante significación regional, nacional e internacional. Así pues,
es preciso buscar su preservación y promoción constantemente.
“Lo que
necesitamos para que estas presentaciones mejoren, es hacer comprender a
nuestras autoridades que el prestigio de nuestros carnavales depende también de
su compromiso, dejando de lado intereses particulares, para mostrar al mundo un
espectáculo fastuoso en escenarios adecuados, y en donde prevalezca lo cultural
sobre lo monetario”.
0 comentarios:
Publicar un comentario