“El cosmopolitismo de Juliaca…ha mudado las rancias costumbres como en todas los lugares análogos…ciudad de transito variable, posee una población fluctuante en gran mayoría, y en mucha parte forastera” afirmaba Víctor Villar en 1926, definitivamente la cultura que se desarrollo en Juliaca sentó raíces en una organización de un pueblo que a cobijado a propios y extraños.
Una mirada retrospectiva, recoge numerosos sucesos, que justifican el origen y la evolución del cosmopolitismo calcetero, en un principio la coexistencia masiva entre recolectores, cazadores y pescadores, a medida que transcurría el tiempo se fue adicionando la agricultura, el oficio pastoril, que los especialistas lo denominan la “economía productiva”, es otro de los momentos hegemónicos de agricultores-pastores y los Uros.
La integración de culturas, mediante sus habitantes, solidificaban la coexistencia, incluso de lenguas nativas andinas: Qaluyo, Pukara, Tiwanaco y Uroquilla, hasta que se dio el momento en que los Kollas se establecieron en sus tierras, al cabo de unos siglos se volvió a repetir la historia, pero esta vez la presencia de Quechuas incas, desplazando o sencillamente adicionando a su lenguaje del Runa Simi que permanece hasta nuestros días.
Cabe resaltar que el cosmopolitismo mantiene una correspondencia directa e indesligable con la identidad, puesto que cuando mas cosmopolita es un pueblo, mayor es su perdida de identidad, sin embargo a pesar del acendrado cosmopolitismo juliaqueño, han perdurado elementos que aun representan las culturas que se desarrollaron en sus territorios; así el Tokoro, es un legado cultural de los pobladores de los Uros, el puli puli , el arte textil de los pukinas, y los Kashwas de los aymaras entre otros.
En la hora actual, debemos propender la forja de una cultura juliaqueña mejor caracterizada sobre los elementos culturales ancestrales, sin distorsionar ni trastocar su esencia, de modo que con razones propias y originales, con personalidad enfrentemos a la globalización.
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